martes, 30 de agosto de 2011

El mundo se acaba los lunes

Ya tenia tiempo de no escribir cuentos, pero este lo hice en un rato y sin pensar mucho (sobre todo en la gramatica y "horrografia") Disfrutenlo, si este cuento no se lo "chutan" de principio a fin picados por la curiosidad, entonces me cae que no la hago para escritor y cambio mejor de segundo empleo, porque hace tiempo que la literatura dejo de ser un hobby para mi.



Gothic hot vampire Girl


El mundo se acaba los lunes

Luis realmente detestaba los lunes; incluso él solía decir que el fin del mundo de seguro sucedería en un lunes. Esa mañana, la rutina del inicio de semana en la casa de bolsa donde solía trabajar estaba mucho más acelerada de lo acostumbrado: todo comenzó con una llamada telefónica de un cliente en Singapur deseoso de vender todas sus acciones en la bolsa de valores, luego a esa llamada le siguió una más, y a esa otra le siguieron tantas que las operadoras en menos de un minuto ya no se daban abasto con tantos pedidos por atender, y todas esas llamadas eran para lo mismo: los clientes querían deshacerse de sus acciones como si estuvieran malditas.

—Odio los lunes —Pensó Luis mientras salía perezosamente del ascensor

Luis llego a su propio cubículo indiferente a todo ese ajetreo y se preparó una taza de café. Lía, la operadora más sensual de la oficina —según al menos varios de sus compañeros— llevaba una caja muy pesada cargando en sus delicados brazos. Luis de inmediato se ofreció a cargar la caja por ella.

—Qué mosca les picó a todos hoy? —Preguntó Luis con curiosidad.

—Todos los clientes están vendiendo sus acciones —le respondió Lía apresuradamente

—Ah, caray —A Luis le causó gran sorpresa oír esa noticia—. Y Porque las están vendiendo?

—Creen que hoy es el fin del mundo —Lía se encogió de hombros.

—No, hombre! —rió Luis entre dientes— En serio?

—Sí, es en serio.

La gélida seriedad de Lía siempre le mataba los ánimos a Luis. El teléfono en el escritorio de Lía timbraba de manera estridente cuando ellos llegaron ahí.

—Bueno —Luis depositó la caja en el escritorio de Lía— Siempre supe que el mundo se acabaría un lunes y ya lo ves. Todo pasó tal como yo lo dije.

Lía se agachó para contestar el teléfono a su lado, dejando ver a Luis algo totalmente inesperado. Ella se puso el auricular en el hombro para tomar nota de lo que la persona al otro lado de la línea estaba pidiéndole. El generoso busto de Lía se bamboleaba de un lado al otro mientras escribía en un cuadernillo a toda velocidad. Luis no podía desclavar sus ojos de aquella exquisita visión.

—Te diviertes? —Preguntó Lía dirigiéndole a Luis una mirada furiosa cuidando de tapar la bocina del teléfono con la mano

—Estaba viendo el almanaque —sentenció Luis fingiendo seriedad, ruborizado de vergüenza

Luis notó en la mirada de Lía que ella no se había tragado la excusa improvisada. Él Pensó que en cuanto ella colgara el teléfono le reclamaría por su mirada libidinosa. Entonces, comenzó a caminar en reversa despacio, tratando de no llamar la atención. Cuando estuvo lo suficientemente lejos, dio la media vuelta y emprendió la huida. Luis alcanzó a ver por los reflejos de las ventanas cuando Lía colgó el teléfono y salió de su cubículo para tratar de alcanzarlo.

—Luis, puedes venir por favor? —Le pidió Lía con amabilidad

Él volvió sus pasos nerviosamente hacia ella desde el medio del pasillo. La expresión de Lía reflejaba una tranquilidad tan inquietante como la del cielo en el ojo de un huracán.

—Ven —le dijo Lía sonriendo—, no te voy a morder.

Esa era una de las pocas y muy raras veces en que Luis la veía sonreír. Para ser tan joven, ella siempre tenía una expresión de mucha formalidad plasmada en la cara, por eso sus compañeros de trabajo no le hablaban más allá de lo estrictamente necesario. Luis forzó su memoria cuanto pudo, pero finalmente no logró recordar haber sido tratado por Lía con tanta familiaridad.

—Vas a venir o no? —Demandó Lía sin perder la calma. Esa era la Lía que Luis recordaba.

—Perdón —se excusó Luis desanimadamente—. Traía la cabeza en otro lado.

—Sí, ya me di cuenta.

Lía tomo a Luis por el brazo y se metieron al cuarto de archivo a espaldas del escritorio de Lía, era el único lugar sin ventanas en todo ese piso. Él pensó que Lía seguramente querría reclamarle en privado por ver sus atributos físicos aunque, según Luis, era mejor pedirle perdón que permiso. Los dos estuvieron en silencio hasta que Luis comenzó a sentirse incomodo y se cuestionaba porque se habían encerrado en ese cuartucho lleno de cajas empolvadas.

—Oye —Luis por fin rompió el incomodo silencio—, perdona si…

—No te traje aquí por eso —le interrumpió Lía preocupada.

—Entonces, porque me trajiste?

—Qué opinas de todo esto?

—De que hoy se acaba el mundo?

—Sí, de eso.

—Pues, la verdad, yo creo que el mundo se acaba para los que se mueren.

—Entonces, tu no crees que hoy se acaba el mundo?

—No. Porque?

Sin más, Lía se abalanzó al cuello de Luis besándolo apasionadamente, lo lamió como si fuese una golosina deliciosa. Luis no se molestó en detenerla, de todas maneras, no todos los días la compañera de trabajo más guapa lo acosaba sexualmente. Una sensación cálida y placentera recorrió el cuerpo de Luis mientras la sangre de su yugular manchaba los labios de Lía. Minutos más tarde aquel placer dio paso a una oscuridad que se apoderó de la conciencia de Luis sin que opusiera resistencia, después puso los ojos en blanco jalando a Lía por su negra cabellera. Finalmente Luis cayó al suelo como si fuera un muñeco de trapo. Lía sacó un pañuelito de seda de su bolso, se limpio la boca con delicadeza y salió caminando tranquilamente del cuarto de archivo. Un hombre vestido con un elegante traje negro pasado de moda —probablemente del siglo XIX—, zapatos de charol brillantes y sombrero de copa la estaba esperando sentado sobre un escritorio enfrente del cubículo de Lía. Los demás compañeros de Luis estaban tirados en el suelo, todos con el cuello destrozado a mordidas.

—Ya terminaste? —Le cuestionó aquel hombre.

—Ya termine, mi amo —Lía hizo una caravana delante de aquel sujeto bien vestido.

Aquel hombre se acercó a Lía, la tomó por la cintura y metió sus dedos en el rizado cabello de la joven.

—Bien hecho, mi querida Lía —aquel hombre le besó la frente—. Realmente aprendes rápido

—Sí, estoy aprendiendo rápido.

—Sabes mi amor, ese tipo con el que te encerraste en el archivo tuvo razón en dos cosas

—En cuáles?

—El mundo se acaba un lunes, pero solo para los que mueren.

2 comentarios:

  1. Aplausos! soberbio desenlace.
    A pesar de no haber pensado mucho en la gramatica salio bastante bien, aunque creo que se escribe "halando" y no "jalando".
    Opino que no era necesario aclarar tanto sobre el traje del hombre, con describirlo bastaba para imaginarse que tipo de traje seria. A veces, si se dan muchas explicaciones, se obstaculiza al lector el dejar volar su imaginacion.
    Solo una pequeña critica constructiva :).
    Otra vez debo decirlo: excelente final.

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  2. Entonces creo que puedo seguir escribiendo :D

    En fin, espero publicar otra cosa pronto en este blog, lo he tenido muy abandonado ultimamente.

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